Santiago, tierra galana

Es media tarde. La tierra está muda en el silencio milenario del sol. El suelo, alfombra polvorienta de cabras, reposa en quimeras de ceniza, reseca hoguera que arde sin fuego, ausente de tizones, relegada de humos. El horizonte resuella en vanos espejismos. El aire es brasa que resbala por la piel. Bajo el árbol -verde acampanado-, el follaje dibuja lozanas siluetas; arriba, la algarroba madura su dulce simiente con la voz de los coyuyos. Canta el Crespín en la hondura del monte. Santiago del Estero escribe su poema de la siesta.

¡Provincia mediterránea sin males, suelo de caballeros!, la identidad de sus hijos es como perfumada flor del aire, abierta y blanca en la densidad agreste del quebrachal, del chaco austral y espinoso de sus frondas. Allí donde haya un santiagueño, habrá historia. Y no solo la de la patria grande, sino -además- la del lenguaje, la leyenda, el humor y la convicción humilde de su identidad quichuista, tallada antaño, en la genética incaica, predecesora del americanismo.

El agradable fraseo de su conversación, teñida con los giros propios de una atmósfera rural, es la convicción íntima, pura y simple, de un corazón abierto a la comunidad. A la esperanza de cierta redención. Como rancho de adobe, fresco y cálido al mismo tiempo, tan sencillo y auténtico como el floreo de sus chacareras.

Santiago es el " País de la selva " de Ricardo Rojas, obra magnífica que retrata el escenario social, espiritual y mitológico de un pueblo con idioma propio, el mismo que alguna vez llegara con la expedición de Diego de Rojas desde el Perú. Desde entonces, ¿cuántas palabras utilizamos en nuestro diario hablar, cuyas raíces están profundamente insertas en el quichua.?. Son muchas, sin dudas. Recordemos, ahora, algunas de ellas a título informativo: chasqui: mensajero, emisario; charqui: carne salada, secada al aire, al sol o al humo; locro: guisado de maíz, carne, papas y otros ingredientes; puma: mamífero carnívoro de la familia de los félidos; chinita: muchacha joven y soltera -no diminutiva de china-; coyuyo: cigarra o chicharra, insecto emisor de un sonido estridente y monótono; zapallo: hortaliza infaltable en la cocina santiagueña; papa: tubérculo de origen americano; chiripá: prenda a modo de pantalón propio del gaucho; mate: infusión; chala: hoja que envuelve la mazorca del maíz; carancho: ave de rapiña; cancha: patio, lugar desbrozado de malezas, apto para deportes; chaco: voz quichua que significa cacería en el bosque a la usanza india de la época prehispánica ; chacra: predio cultivado, granja rural; guampa: cornamenta de los animales; tala: árbol indígena; yuyo: hierba silvestre; pilcha: prenda de vestir, humilde y deteriorada, en general de poco valor, vestido del pobre...Y tantas otras que empleamos en nuestra cotidiana vida de relación.

Santiago es el " Zupay ", el diablo y su mito, tan caro a muchas civilizaciones europeas; es la " Salamanca ", la asamblea de los hombres que van a buscar en cavernas terroríficas, la sabiduría infernal, pactando con el demonio para hallar la clave de la existencia, la ciencia de la carne y los secretos del mal; es el " Almamula ", un cuadrúpedo que vuela invisible y alado, para transformarse en humano y apoderarse de mujeres; es la " Telesita ", la sombra de la pobre mendiga que vaga por los bosques, tras haber muerto quemada en su rancho y convertida luego en deidad protectora de las espesuras; es el " Kacuy ", ave nocturna que encarna el espíritu condenado de una mujer cruel con su hermano; el " Runauturuncu ", un ser humano trastrocado en felino; el " Toro diablo ", el " Íncubo " y tantas otras figuras míticas que habitan la rica imaginería popular, decididamente de origen campesino.

Santiago es la migración interna. Es la corriente que nos trajo a Berisso una gran parte de aquella maravillosa cultura y que sus hijos han sabido conservar y continuar alrededor de un núcleo fraterno, cual es el Centro de residentes santiagueños , cuna de algarrobo de muchos sueños e ilusiones. Punto de partida y retorno a la patria de la infancia, aunque fuera solo con los ojos del recuerdo gentil.

Y como dice la copla de Cristóforo Juarez en " Reflejos del salitral ", al expresar que la sangre tiene razones que atan con hilos de indestructible ternura:

Tengo coyuyos en mi alma
que pronto te harán volver;
volverás para el verano
cuando madura el querer.

Tengo coyuyos en mi alma
que pronto te harán volver.


 

 

 
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